Miguelón y el ejercicio del poder

 

Corría el año de 1984 cuando el Dr. Joaquín Balaguer publicó su historia novelada “Los Carpinteros”, donde dejaba constancia del gran conocimiento que poseía del alma nacional y de los entresijos del poder.

José María Cabral, Cesáreo Guillermo y Ulises Heureaux (Lilis) son algunos de las personalidades que jugaron un papel estelar en nuestra historia que desfilan a lo largo de esta excelente obra que el Dr. Balaguer recrea con innegable maestría en la segunda mitad del siglo XIX.

Conjuntamente con estas tres figuras de primer orden de nuestro pasado relativamente reciente, el Dr. Balaguer le da vida a Miguelón, un curioso personaje del que se derivan valiosas enseñanzas para conocer la misteriosa transformación que se opera en el hombre que ejerce cualquier forma de poder en la República Dominicana.

Podríamos asegurar, fuera de toda duda, que sin Miguelón esta pieza literaria perdería gran parte de su atractivo.

Cuenta el Dr. Balaguer que Miguelón fue recibido por la familia de Ernesto Sandoval cuando era apenas un niño. De aspecto inofensivo, Miguelón se desarrolló en un ambiente de paz y tranquilidad casi religiosa. Tanta era su entrega a los oficios del hogar que su vida transcurría envuelta en la cotidianidad de lo intrascendente hasta que un día fue impactado por el deslumbramiento del uniforme militar.

Inconsultamente con sus padres adoptivos, Miguelón decidió enrolarse en el ejército, donde prosperó gracias a su arrojo y valentía. Pero una vez allí, comenzaron a aparecer los primeros signos de la arrogancia desbordada y de los excesos que suelen atrapar al hombre que ejerce el poder. En un abrir y cerrar de ojos, Miguelón se había transformado de un inofensivo niño en un despiadado abusador.

Su reputación de hombre cruel corría con la rapidez del viento, lo que motivó que su padre adoptivo, Ernesto Sandoval, fuera a visitarlo para comprobar si lo que se decía de él era cierto. Para su decepción, su fama era tan real como un templo, por lo que tuvo a bien sentenciar lo siguiente: “Son pocos los dominicanos que resisten el peso de un uniforme. Lo que ha ocurrido a Miguelón también le ocurre a la mayoría de los que ejercen en nuestro país el mando”.

¿Por qué lo que le ocurrió a Miguelón le ocurre a la mayoría de las personas que ejercen el poder, o el “mando” como atinadamente sentenció el señor Ernesto Sandoval? Por una razón muy sencilla: los amigos del poder, que no de quien lo ejerce, son aduladores profesionales que dicen lo que el que ejerce el poder quiere oír; los amigos de quien ejerce el poder, que no del poder, son tan sinceros en sus comentarios y opiniones que dicen lo que el que ejerce el poder no quiere ni desea escuchar, y eso los pierde.

En definitiva, todo se reduce a lo indicado en el párrafo anterior. Esta es la razón por la que el que ejerce el poder tiende a cambiar de amigos y de ambiente, porque no quiere a nadie en su camino que le diga que lo está haciendo mal, que la decisión que tomó no es correcta o que fue injusto contra un ciudadano. Es preferible, piensan los que ejercen el poder en todas sus manifestaciones, evitar a toda costa a esas antipáticas personas que solo vienen a “joder” más de la cuenta, cuando inteligentemente, se dicen ellos, se puede estar rodeado de personas más agradables y más sensatas.

Pero lamentablemente hay una cosa que olvidan los que ejercen el poder, y es que el calendario es su principal enemigo, y cuando las agujas del reloj comienzan a indicar que ya éste está llegando a su fin, los primeros que abandonan el barco son los aduladores y lameculos que medraron haciendo del servilismo una profesión, y solo ese día recuerdan que una vez tuvieron amigos.

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